En principio, la opción por la vida es compartida por todas las personas. Pero, al igual que la igualdad de derechos reconocida en las leyes está lejos de ser aplicada en la realidad, la teórica defensa de la vida es continuamente transgredida en el comportamiento real del mercado, donde el
objetivo de conseguir cada vez cotas más altas de beneficio es a menudo incompatible con el bienestar de las personas.